Recorremos los pasillos,
conociendo algunos enclaves de las instalaciones del Museo Ruso de San
Petersburgo de Málaga. Enclavesque invitan a dejarse llevar por nuestro guía, y
dinamizador del Museo, José Manuel.
Llegamos a la sala-taller donde
los sentidos se despiertan a pesar de la hora de la tarde que es, vemos arte,
vemos creaciones diferentes y despiertan nuestra curiosidad.
El comienzo no defrauda, primera
dinámica: describe sin ver a una de las compañeras de la sesión. Con niños
continuaríamos invitándoles a reconocer por la sala con ojos cerrados al
compañero que habían descrito, movimiento libre en un museo, es algo a lo que
no estamos acostumbrados.
Vemos pinceladas de otras
técnicas: mesa de luz, uso de material reciclable, hacer un autorretrato usando
una bolsa y espejo, crear murales con diferentes texturas… cada una de ellas
nos hace ver que el escuchar otros agentes educativos puede enriquecer creativa
y artísticamente las aulas, así como los colegios en los que trabajamos.
A partir de este momento queda
clara la filosofía de este lugar: el museo se entiende como detonante para que
el visitante sea activo y participativo dentro de él.
Obviamente esto no siempre fue
así y está bien recordar cuál ha sido la evolución de los departamentos
educativos de los museos en las últimas décadas, donde ahora se apuesta por un
acercamiento a un pensamiento constructivista, alejándose de la concepción de
que a un museo sólo se va para visitarlo, siendo esta última una visión pobre
del sentido de un museo desde el punto de vista educativo. Debatimos también sobre
la importancia de que los equipos pedagógicos de los museos interactúen en los
propios centros educativos, antes y posteriormente a la visita del alumnado al
museo.
Cada estudiante crea su propia
experiencia en el museo y eso convierte cada visita en una experiencia nueva,
si añadimos que esta colección cambia todos los años entre Enero y Febrero, el
resultado es que tenemos un museo que ofrece dos opciones diferentes en un
mismo curso escolar, aspecto interesante para los docentes. A esto sumamos que
podemos solicitar en el apartado observaciones de la solicitud qué aspectos
queremos que se trabajen durante la visita, cuál es el objetivo que nos hemos
establecido con nuestro alumnado o la expectativa que queremos desarrollar en
la visita. La afirmación se vuelve a repetir, en el museo no se hacen
manualidades, cada alumno es el agente activo que construye su experiencia en el
museo, es el protagonista y el arte el vehículo central.
Suenan nombres de mujeres que han
aportado textos interesantes sobre esta relación tan especial entre arte y
educación: María Acaso, Aída Sánchez De Serdio Martín…
Y las dinámicas continúan y podemos
apreciar como la carga emocional de cada uno de nosotros es esencial en una
obra de arte, tanto individual, como colectiva, habla de nosotros y de nuestra
relación con lo que nos rodea. Todo esto se hace más evidente en la dinámica
que realizamos con unos simples alambres, cargando de emociones, de nosotros
mismos, esos inertes alambres y como se convierten en una expresión viva de
nuestros sentimientos.
La charla sigue siendo distendida
pero intensa, donde José Manuel toma nota de las propuestas que las docentes
demandan y nos devuelve en forma de preguntas ideas para reflexionar sobre la
expresión a través del arte ¿Cómo contar lo que no se ve?
Recorremos las salas buscando
algunas obras concretas que hablan por sí mismas y provocan un diálogo en el grupo
que podemos desarrollar de igual modo con el alumnado, porque los cuadros son
así, hablan y simplemente hay que escucharlos con atención. Pero para ello es
necesario, pararnos, mirar, sentir y reflexionar sobre lo que vemos.
Nos despedimos delante de Kandinsky
con la sensación de haber encontrado un lugar donde poder ahondar sobre las
propias emociones y no sólo en las del artista, como nos dice José Manuel.
Aprovechamos también para darles las gracias a los responsables del equipo pedagógico del Museo Ruso San Petersburgo de Málaga por hacer posible este primer encuentro. Gracias.